No eres lo suficientemente bueno.

Por más que lo intentes, eres incapaz de llegar.

No te mereces lo poco que hayas podido conseguir.

Tus logros no son suficientes, no son importantes.

¿Te has oído a ti mismo decirte eso alguna vez?

Se llama síndrome del impostor, y afecta a mucha gente. Más a las mujeres que a los hombres, pero a mucha, mucha gente.

Tanto a los que dan la sensación de cosechar éxitos diarios, como a los que tienen logros más modestos, o menos públicos.

Y precisamente, como hablar del síndrome del impostor implica reconocer una inseguridad gigante… es muy difícil encontrar a alguien que hable de ello. Menos aún, en un entorno profesional.

Así que muchos viven con esa sensación constante de ser un fraude a punto de ser descubierto durante mucho tiempo, pensando que están solos.

Si alguna vez has dudado de tu capacidad para estar a la altura de algo y has sentido que no te merecías un logro, hoy voy a contarte cómo he conseguido no dudar más de mí misma.

 

Patrones del síndrome del impostor

Como todo en esta vida, para dominar algo primero hay que conocerlo bien.

En mi experiencia, el síndrome del impostor sigue dos patrones bien diferenciados: el externo, y el interno.

Un síndrome del impostor tiene su origen en algo externo cuando, al ver a alguien conseguir algo, interpretamos que ha cosechado un éxito y nos comparamos… resultando perdedores.

Después, intentamos conseguir ese éxito, y nos esforzamos y nos esforzamos.

Y si, por alguna razón, lo logramos, entonces el éxito nos parece mucho más pequeño o peor aún, lo vemos como un golpe de suerte.

En esos casos, nuestro síndrome del impostor viene disparado por algo externo.

Pero esas dudas también pueden ser internas.

Por ejemplo, en los casos en los que te encargan un proyecto que casi, casi, te viene grande.

O puede ser que no te lo encarguen otros, sino que te lo ofrezcan y tú lo aceptes pensando que puedes… pero no.

En esos casos, la duda nace de uno mismo. Es frecuente que te preguntes a dónde vas y quién te crees que eres para estar haciendo nada de eso.

Bien, te decía que para poder conquistar algo, primero hay que conocerlo.

 

Por qué nos sentimos impostores

Hay dos factores importantes que explican lo común que es el síndrome del impostor.

Un sesgo, y una realidad sobre el propio síndrome.

Vayamos por partes:

 

Erramos a la hora de medir

La primera es una distorsión de la que ya he hablado antes en otro artículo: infravaloramos nuestros logros y sobreestimamos los de los demás, incluso cuando son el mismo.

Eso responde a un sesgo, el mismo que nos hace ver los problemas mucho más grandes cuando nos afectan a nosotros mismos que cuando afectan a otra persona, aunque sea muy cercana.

Ese es el tema principal: los logros ajenos se ven, pero los logros propios se sienten.

Y aplicar la misma vara de medir a otros es mucho más fácil que aplicársela a la vida de uno mismo.

En España tenemos un refrán para explicar eso: “Consejos vendo y para mí no tengo.”

Pues con el síndrome del impostor pasa un poco eso. La parte subjetiva de los logros gana el control cuando nosotros somos quienes los alcanzamos.

Mientras, somos mucho más objetivos a la hora de valorar los logros ajenos. Normalmente, aplicamos la misma regla para decidir si lo que hace alguien es un logro, o no lo es. Y por eso aplicárselo a otros, es fácil.

Claro, dirás.

Pero también puede ser que la escala sea incorrecta.

En efecto. Cuando una situación se mide con una escala incorrecta, se da por éxito o por fracaso lo que en realidad no lo es.

Piensa, por ejemplo, que tuvieras un examen de un nivel intermedio.

Te lo preparas con bastantes ganas, es un tema que te gusta y se te da bien… y cuando llegas a la clase resulta que el examen en realidad es de un nivel avanzado.

Claro, apruebas con un 6,5. Pero te sientes fatal, porque deberías haber sacado más nota.

Bueno, pues ahí tienes un error en tu forma de medir las cosas.

Y la forma de comprobarlo es fácil: ¿qué le dirías a alguien que quieres, alguien que tiene un nivel intermedio y que se siente fatal por sacar un 6,5 en un examen avanzado, cuando ni siquiera podía imaginar que lo examinarían así?

Para conquistar el síndrome del impostor es importante tener clara la vara de medir. La regla que define qué es un éxito y qué no lo es. Para los demás, sí, claro… pero también para nosotros.

 

Nadie te va a decir que se siente impostor, aunque lo sienta

Como te decía, el miedo a ser descubierto como un fraude aunque no lo seas, es una de las inseguridades más escondidas, por razones obvias.

Y además, está empeorando.

La presencia continua que tenemos en redes sociales nos hace interpretar la realidad de una manera distinta.

Verás, los algoritmos de las redes sociales están diseñados para que pasemos el máximo de tiempo posible en las plataformas, así que premian el contenido que más gusta.

Esto ha llevado a una profesionalización del contenido y a una especialización del mismo.

Nadie quiere dar pena en sus redes sociales ni parecer un novato, ¿no?

Por eso parece que todos los jóvenes de veintipocos son influencers, o al menos editan sus fotos como si lo fueran.

Y por eso se premia y se sueña la figura del emprendedor que trabaja desde una hamaca en Bali.

Porque padecemos una sobreexposición a una idea muy concreta de éxito en las redes sociales. Y no solo estamos elevando nuestros estándares en lo que a vivir con éxito se refiere, sino que la exposición a ese tipo de éxito es mucho más frecuente que hace quince años.

Supongo que ya lo habrás adivinado: esto no viene muy bien si lo que te sientes es impostor.

Todo lo contrario, de hecho.

No pasa solamente con las presonas, precisamente esta sobreexposición está llevando a pequeñas empresas y marcas a dar la espalda a Instagram, porque sienten que no pueden competir con la estética tan cuidada de las fotografías de su competencia.

Afortunadamente, esto tiene arreglo contratando a gente como yo.

Pero pensar que vales menos porque no vives la vida de super-emprendedor con un portátil lleno de granos de arena donde engancha el USB, entonces eso sí es un problema.

 

Estrategias para superar el síndrome del impostor

La primera estrategia que te voy a proponer es normalizarlo.

No debemos olvidarnos de que esa sensación de inseguridad y de dudar de la capacidad de uno para una tarea le ocurre a mucha gente, continuamente.

Y mucha de esa gente al final la lleva a cabo, con éxito. Nosotros lo vemos.

Cuando vuelvas a ver a alguien alcanzar un éxito, no te olvides: es muy probablemente que también se sienta impostor, y que no le dé ninguna importancia a ese logro.

Fíjate en cómo lo ves tú y en cómo puede estar viéndose a sí mismo.

Segunda estrategia clave para superar el síndrome del impostor: aprende de marketing, psicología y comunicación.

No es una broma. Aprender de todo eso ha hecho maravillas a la hora de llevar mi propia batalla contra el síndrome del impostor.

Ha hecho que no le dé ninguna (repito: NINGUNA) importancia a los likes de mis publicaciones, sino que valore qué tal lo voy haciendo con mi marca personal según una serie de indicadores muy distintos.

También ha hecho que sepa detectar patrones y estrategias en los perfiles de esa gente que parece vivir toda una vida fantástica y maravillosa, y me ha permitido estudiar cómo comunican su marca.

Cuando ves influencers y los entiendes como una marca, en lugar de una persona de carne y hueso, comprendes mejor las cosas.

Tercera estrategia: aprende a estar cómodo con la idea de venderte.

Esto pasa mucho entre la gente que vendemos servicios. Pensamos que no somos lo suficientemente buenos para vender algo, o incluso para cobrar una cierta cantidad por ello.

A fin de cuentas, hay otros profesionales que saben más, que tienen más prestigio.

Pues bien, te voy a contar algo maravilloso: lo que define tu trabajo no es tu profesión, sino tu profesionalidad.

Tu trabajo tiene de especial que eres tú quien lo hace. Y no hay dos community managers que trabajen igual, ni dos marketeros digitales que te saquen el mismo texto en una newsletter.

Así que deshazte de la idea de que no puedes venderte algo que te caracteriza y empieza a pensar que si cubres una necesidad, puedes pelear en el mercado como el que más.

Pista: funciona mejor si de verdad crees en lo que estás haciendo.

Cuarta estrategia: no pierdas de vista tu propio desempeño.

De hecho aquí hay una clave imprescindible: debes echar la vista atrás de vez en cuando para ver cómo has ido resolviendo tus proyectos.

Para ver dónde has podido fallar y encontrar una solución para cada inconveniente.

Y también, para celebrar tus logros.

¿Hace un año creías que llegarías a donde estás hoy? ¿Estás en un sitio mejor o peor?

Si es peor, ¿seguro que no has conseguido nada bueno?

No te creo. Revisa tu vara de medir.

Quinta y última: entiende cómo funcionan las expectativas.

Tú no eres responsable de las expectativas que tienen otros sobre ti… al menos, al principio.

Sí la tienes si te comprometes a algo que no puedes cumplir. Sí las tienes si alimentas esas expectativas.

No suele ser el caso del que sufre el síndrome del impostor, sí del que es un fraude.

Pero por si acaso: ten muy claro a qué te comprometes. E incluso cuando creas objetivamente que podrás, guarda un margen de maniobra, por si acaso.

 

Estas son las herramientas que yo he utilizado para combatir el síndrome del impostor, y mira que soy alguien que ha tenido muchos trabajos muy distintos antes de encontrar mi vocación.

Es decir, que he vivido muchas veces “mi primera vez” en un montón de cosas.

Y aquí estoy, no me he muerto.

De hecho, la verdad es que hace mucho tiempo que no me siento irrelevante.

Que no dudo de mí misma.

Que no me planteo ser insuficientemente buena.

Lo soy. En un nivel mejorable, siempre mejorable. Pero en un nivel en el que “suficiente”, simplemente, me basta.

 

Te dejo un esquemita con las cinco estrategias, a ver qué te parece.

Estrategias síndrome del impostor

 

Espero que te ayude. Si aún así sigues teniendo dudas, sobre todo cuando fracasas y metes la pata, te invito a que te pases por este post en el que hablo de cómo dejar de esconder la cabeza si la cagas.

 

Nos leemos😉

Más Artículos