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Algunos quieren una primitiva, otros quieren una herencia. Otros buscan cómo tener una buena idea que les permita vivir una vida más tranquila.

En el día a día, también unos buscan la suerte, y otros crean sistemas para tener buenas ideas. Desde la que tiene un impacto chiquitito en tu vida a la que puede, precisamente, hacer que te jubiles.

Pero cuando soñamos con tener esa idea que nos catapulte o que, simplemente, nos haga las cosas más fáciles, dibujamos en nuestra cabeza algo como esto:

 

Cómo tener mejores ideas
Cómo tener mejores ideas (según los que no las tienen)

 

Y resulta que, entre esas dos formas, hay todo un mundo.

Hoy no voy a hablarte de epistemología, neurociencias, ni nada de eso. Ni voy a diferenciar entre ocurrencia e idea, impresión o sensación.

Solo voy a explicarte cómo puedes empezar a trabajar para tener buenas ideas. Cómo he visto que lo hacen otros, y cómo he conseguido hacerlo yo.

Por si te interesa.

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🔷 Cómo distinguir las ideas buenas y las ideas malas

 

¿Cómo consigue toda esa gente de ahí fuera tener ideas tan buenas?

El que montó Amazon, vaya iluminao’. Como el que inventó la fregona.

¿Por qué a mí no se me van a ocurrir nunca buenas ideas?

Creo que con las ideas se da un fenómeno muy interesante.

Antes de llevarla a cabo, una idea es solo eso: una idea.

Pero cuando evaluamos las ideas de los demás, en realidad lo hacemos desde fuera. Desde el después.

Es decir, cuando admiramos la venta de libros por internet o cómo a alguien se le ocurre poner un palo a una bayeta para no dejarte las rodillas fregando nunca más, lo hacemos porque vemos un Amazon funcionando y una fregona ya construida.

Todas las ideas buenas nos parecen buenas ideas cuando ya hemos comprobado su éxito.

Así que, visto esto, algo importante cuando se trata de tener buenas ideas, es tenerlas antes de que lo vean los demás.

Antes de que se empiece a trabajar en ellas como proyecto, o de ver el resultado de su aplicación.

Muchas ideas buenas tuvieron una aplicación pobremente ejecutada y fueron abandonadas por sus equipos de trabajo. El mundo start-up está lleno de ejemplos.

Luego llegaron otros con una idea muy parecida y con diferente enfoque, y la sacaron adelante.

Te cuento estas dos obviedades porque me interesa llegar a dos premisas concretas:

Premisa número uno. Distinguir las buenas ideas de las malas ideas antes de lanzarse a aplicarlas es un aprendizaje útil, pero difícil.

Premisa número dos. Los resultados de una idea no indican cosas sobre la idea solamente, sino también sobre su ejecución.

 

🔷 Las buenas ideas hacen clic

Creo que de todas las conferencias que he podido ver sobre pensamiento creativo y de todos los artículos que he podido leer, solo hay una idea que me ha marcado realmente.

Para tener una buena idea necesitas dominar un campo lo suficiente como para saber qué efectos tendrá esa idea antes de aplicarla.

No importa que hablemos de negocios, ingeniería o cuidado de personas; tener buenas ideas requiere de algo ahí existiendo antes durante un periodo de tiempo.

Es conocimiento. O maestría, o como lo quieras llamar. Si de verdad dominas un ámbito, estoy segura de que llega un punto en que las buenas ideas hacen clic.

Pero también existe otro camino para tener buenas ideas, y es el que se recorre a través del pensamiento acumulado.

Entiendo pensamiento acumulado como el conocimiento amplio en varios campos, lo que permite establecer nuevas conclusiones y relaciones en cualquier otro campo que estudies más adelante.

(Lo que algunos llaman conocimiento transversal, pero es una expresión tan manida que prefiero no usarla.)

Ya se sabe: cuando estudias ámbitos relacionados, la curva de aprendizaje es menos pronunciada cuanto más aprendes. Pasa con los idiomas claramente, y con las técnicas pictóricas.

Pero lo más divertido de todo es que hay ámbitos que tienen relación y la mayoría de la gente no lo sabe.

Ámbitos en los que las competencias que has venido desarrollando te sirven para cosas que no hubieras imaginado.

🔹 El pensamiento acumulado

Por ejemplo, mis conocimientos en filosofía del lenguaje y en lógica me han servido muchísimo para mejorar mis habilidades como copywriter.

Es cierto, el tema venía de antes.

La lectura atenta y habitual desde los 4 o 5 años marcó la senda de mis competencias lingüísticas y la estructura de mis pensamientos, mejorando mi capacidad de establecer relaciones y empatizar desde pequeña.

Y llevo escribiendo más de una década.

Pero no es solo eso, que puede ser evidente. La teoría de la argumentación, por ejemplo, me ha permitido defender de forma más que solvente mi juicio profesional en reuniones con clientes de marketing y consultoría jurídica, incluso cuando resultaba insultantemente joven.

Y mejor aún, la aplicación del razonamiento deductivo me ha facilitado llegar a conclusiones más o menos acertadas con facilidad conforme lo he ido practicando.

Todo esto hace que, llegado el momento de dedicarme al marketing y al desarrollo de negocios, en realidad no lo haga desde los conocimientos técnicos que haya podido obtener en un área o en la otra, sino desde todas mis competencias. Todo mi yo.

Conclusión. El primer ingrediente fundamental para tener buenas ideas es el aprendizaje continuo. Porque las buenas ideas se ven venir tanto más cuanto mejor comprendes las cosas.

 

🔷 Inspiración para tener buenas ideas

Ahora bien, aunque creo que el conocimiento y la experiencia son puntos importantes, no creo que sean lo único que determina (o facilita) tener buenas ideas.

La inspiración también debe tener un hueco en nuestro proceso para tener buenas ideas.

Tener una buena batería de lugares en los que inspirarte (y sí, también copiar) es básico para tener buenas ideas, por la sencilla razón de que las ideas no nacen de la nada.

Hemos visto que nacen de la experiencia, de la experimentación, y también de la observación.

Y si has leído bien los párrafos anteriores, tendrás los ojos como platos.

¿Cómo puedes defender copiar ideas, Noemí?

Verás, tener buenas ideas no significa necesariamente tener buenas ideas originales.

Las aspiraciones de originalidad son algo que tiene más que ver con el ego que con la posibilidad de ser original realmente. Toda obra que pueda crear el ser humano proviene de alguna manera de su experiencia anterior, vivencias y ejemplos observados inclusive.

Evidentemente hay una diferencia notable entre copiar un modelo de negocio, una estructura y hasta la coma de unos precios, y seguir la senda que otros marcan por la sencilla razón de que en el mercado, funciona.

Allá cada uno con lo que se sienta mejor, moralmente hablando. Eso daría para otro post.

Pero como muchos son un poco susceptibles con el tema originalidad, ideas unicornio y cosas así, déjame dejar clara una cosa: Está (casi) todo inventado.

¿Quieres tener buenas ideas? Trabaja tus fuentes de inspiración. Casos prácticos, libros, experiencias ajenas, galerías de diseños. Lo que sea.

 

🔷 El estado mental

Teniendo claro que la experiencia y la inspiración ayudan a tener mejores ideas, me gustaría añadir un componente más: el estado mental.

Aquello de que “cuando menos te lo esperas” te llega una idea feliz.

Esto tiene mucho que ver con tener suficiente claridad de pensamiento como para meditar sobre las cosas y dejar que lo que aprendemos vaya asentando de alguna manera.

Es decir, todo lo contrario a vivir rápido, con ruido, y siendo productivos solamente a través de Deep work, o bloques de trabajo con plena atención.

Idea revolucionaria: “hacer nada también es productivo”.

En mi caso, las mejores ideas se me han ocurrido andando por la montaña. Especialmente, hablando con mi pareja mientras le cuento algunas cosas. O hablando conmigo misma.

No es casual, somos una especie diseñada para caminar y los beneficios de caminar mientras reflexionas además de estar ampliamente demostrados, ya eran conocidos por los filósofos griegos.

Si a tener experiencia sobre un campo (algo que está inherentemente ligado a un tiempo de trabajo), y a tener fuentes de inspiración (algo inherentemente ligado a la capacidad de enjuiciar las fuentes, que es una habilidad perfeccionable con el tiempo) le añades generar estados de claridad mental, entonces ya estás más cerca de tener buenas ideas.

Y no te quiero contar ya cuando lo que tienes es un estado de Flow.

 

🔹 El estado de Flow

Se llama estado de Flow al estado subjetivo en el que estás tan concentrado en una tarea que te olvidas de todo lo demás.

Pasa cuando trabajas en algo que te gusta mucho y tienes una alta concentración, pero también puede pasar cuando estás desarrollando un trabajo creativo, como preparar una estrategia.

Anda que no vienen bien las buenas ideas cuando se prepara una estrategia de negocio, ¿verdad?

Para mí, entrar en estado de Flow es bastante fácil, pero llevo muchos años trabajando para poder concentrarme con facilidad y encontrando la mejor forma de utilizar mi fatiga (o la ausencia de ella) en mi favor para crear estados de Flow que se prolonguen durante horas.

Te parecerá odioso o estúpido, pero soy la típica persona que se olvida de comer.

Lo cual es malísimo para mi salud y el riesgo de muerte, y no por no comer, sino porque no me levanto de la silla en horas. Friendly reminder: mantente activo todo el día.

Pero lo importante de todo esto es que el estado de Flow es algo que se puede condicionar, que se puede masterizar, y la facilidad para alcanzarlo es una ventaja.

Si estás concentrado en algo y empiezas a tener buenas ideas, continúa en ese estado y no te detengas.

 


Si has llegado hasta aquí, entonces ya sabrás cuáles son mis claves para tener buenas ideas:

  • La experiencia y el conocimiento en varios ámbitos
  • Las buenas fuentes de inspiración
  • El estado mental (claridad y Flow)

Visto todo esto… ¿cómo mezclamos estos ingredientes para conseguir un sistema que nos permita tener buenas ideas? Deja que te lo cuente con un ejemplo.


 

🔷 Un sistema para generar buenas ideas

Uno de los libros que he leído este año es Growth Hacking, de Luis Díaz del Dedo. Es un libro muy interesante donde se explica la metodología que utilizan en su empresa, Product Hackers, para conseguir que los negocios digitales crezcan exponencialmente.

Se basa en un concepto muy sencillo: tienes una idea, la apuntas, le asignas una serie de criterios que definen cuán fácil es probarla y cuál es tu certeza subjetiva de que funcione, y diseñas un experimento para testarla.

Es decir: idea > criterios subjetivos > experimento

En marketing es muy fácil coger un porcentaje de los visitantes de una web o usuarios de una app y enseñarles una versión diferente de la web o de la app para comprobar, por ejemplo, si una interfaz más sencilla hace que los usuarios se comporten de una manera u otra.

Cuando ves que un porcentaje pequeñito de usuarios responde positivamente ante tu idea (o hipótesis) se la enseñas a un porcentaje mayor de usuarios y así tienes una muestra lo suficientemente representativa como para tomar decisiones fundamentadas.

Luego, apagas el experimento (dejas todo como estaba) y lo documentas.

Después, según el resultado obtenido, si ha sido un éxito lo mandas a programar al equipo de desarrollo para que se convierta en un cambio permanente. Todo lo demás, lo archivas.

Y luego coges otra idea y vuelves a empezar. En el camino, con la documentación de los experimentos y estar rodeado de personas que trabajan a una en sacarlo adelante, cubres todos los puntos que te he ido presentando: conocimiento, inspiración y estado mental.

🔹 El Modelo IAF de Product Hackers

Además de todo esto que te he resumido en unas líneas, Díaz del Dedo explica detalladamente su propio modelo para realizar experimentos: el Modelo Iterativo de Alta Frecuencia (Modelo IAF).

En el modelo IAF de Product Hackers, los experimentos que se consideran un éxito son un porcentaje minúsculo. El resto son considerados neutrales, o fracasos.

Es decir, se utiliza una definición tan restrictiva de éxito que las ideas que se demuestran ser buenas en el experimento son, en realidad, un porcentaje muy pequeño de todas las que testean.

Y cuenta el autor que desde que documentan cada experimento y analizan su resultado, han mejorado un 4% el porcentaje de éxitos. También ha contado alguna vez cómo predispone él personalmente su cabeza para entrar en el estado mental en el que se le ocurran esas buenas ideas.

Pero volviendo al tema de los éxitos en Product Hackers: un 4% más. Vamos, que meten 4 canastas más de cada 100 veces que tiran.

Tienen un 4% más de mejores ideas.

Desechan las malas con más facilidad. Y ven venir antes los resultados. No me digas que no es para leérselo.

 


Espero que te haya resultado útil este artículo sobre cómo tener mejores ideas.

Si te sirve para darle sentido a algunas de tus intuiciones sobre el tema, me doy por satisfecha.

Si no lo has leído ya y aunque no tengas nada que ver con el marketing (pero sí con la gestión de proyectos), échale un vistazo al libro de Growth Hacking de Luis Díaz del Dedo.

Está entre lo mejorcito que he leído este año.

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